Callejón

Callejón

viernes, 31 de enero de 2014

Daemon

Daemon
Hace un mese estuvo presente en una masacre. Podía sentir el arrepentimiento y las ganas de vivir de aquellas personas. La explosión acabó con todos, el ruido ensordecedor calló todo murmuro y lleno de sangre el lugar. Piernas rompiendo el aire y cabezas pegando contra las paredes. El peso en la espalda de haber sobrevivido le era muy grande, las imágenes que presenció sabía que nunca podría sacarlas de su cabeza, las repetía una y otra vez para revivir el momento, insistía en que él también debió haber desaparecido en ese infierno de llamas fulminantes.  ¡¿Por qué no morí?! Soy un asco, 36 años y vivo en casa de mi madre. A mí me parece que es un hombre honesto y de corazón grande. Desde que lo vi aquel día no he podido dejar de seguirlo, le acompaño a donde valla, incluso me entrometo en cualquier pensamiento para sentirlo más cerca.  
            Llevaba ya una semana de ocasionarle sueños muy interesantes, siempre encontrando la forma de desorientarlo lo suficiente para confundirlo y provocarle dolor. Cada vez que hago que mate a alguien, me doy cuenta que es más fácil; he tomado más control de su mente y por eso, he decidido entrar.

                                                                       ***

Despertó agitado y con sabor a muerte en la boca ¿Qué? ¡No! Desorientado y con muchas nauseas se levanta de la cama. Está en su cuarto y es de noche. Su corazón palpita rápido y está empapado en sudor. ¿Entonces, una pesadilla? Dulce sueño diría yo. ¿Quién carajos era y por qué hice eso? Maldito asesino. Necesito aire para refrescarse y aliviar ese fuerte dolor de cabeza.
Tres de la tarde. Pegado a su espalda, provocándole frío y recordándole la escena en donde debió morir. No tiene hambre. Guarda lo que preparó para comer. No quiere salir de casa, siento su miedo. Nueve de la noche, ataque nervioso y salimos. Estamos en la esquina. Empuja la puerta. Entramos. Gente hablando y Black celebration en la bocinas. Un Capuccino caliente y la mesa más aislada.  La canción y el sonido a plática no lo hicieron sentir más tranquilo. Sigo en su espalda. Le recuerdo el sueño.”POR FAVOR NO”. El grito ahogado de aquella mujer, el peso en los brazo de esa hacha cortando la cabeza. Sangre por todo su cuerpo. Siento el sudor que le provoca calosfríos. Le reproduzco la imagen una y otra vez. Culpable. Asesino.”POR FAVOR NO”.
Recorre el lugar con su mirada en busca de algún guiño que lo distraiga de ese infierno. No lo dejo. En la barra, dos hombres vestidos de negro hablando de animales. Hago más pesado el ambiente. Cerca de la entrada, un grupo de personas mapache se distraen con unas cervezas. Subo el volumen de la música en sus oidos.  La chica del gabinete faja con un cuervo de plumas grandes. ¡¿QUÉ PASA?!   El  miedo y la desesperación lo están comiendo. Sabe que tiene que huir. Corre al baño. Es mi oportunidad.
Entro después para verlo. Qué está pasando. No comprendo, no se puede tratar de un sueño, necesito  que me escuches y hagas lo que te digo.
- ¡Aléjate!– Se voltea para verme y me pongo justo detrás de su oído. Te pido que me hagas caso y te relajes
-¿Pero qué es lo que eres? – Corre hacia la puerta e intenta abrirla; la cerré. Quiero estar donde tú estás, déjame hacerlo.


martes, 15 de octubre de 2013

Siempre hay un tercero

–Anca Ivanov –comenzó a hablar una voz de mujer que salía de seis bocinas flotantes–. Bajo el poder que me otorga la justicia, te condeno a diez años de aislamiento total y cinco años de terapia reconstructiva – las bocinas permitían sentir el movimiento que tendría la mujer si estuviese ahí con ella–.   Por el robo a mano armada a la tienda de autoservicio de la calle Mokhovaya, efectuado el día de hoy, viernes 31 de Marzo del año 2099, a las 14 horas con 20 minutos. –La mujer hizo una pausa.
                Anca no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Robo a mano armada? Definitivamente nunca haría eso, su pasión por el robo hormiga a las tiendas, no llegaría a tal grado. Ella sabía que de alguna forma esos policías tenían algo que ver. Ahora se arrepentía de no haber cedido al soborno,  perder su reproductor 3D  y celular,  definitivamente hubiese sido más barato que quince años de vida. Pensaba en todas las cosas que se perdería, no podía imaginar pasar el mismo tiempo que ha estado en este mundo, pero en un pequeño cuarto y totalmente sola.
                                                                                      
****   
–Ya son las dos de la tarde Niko, no aguanto este calor infernal y sinceramente no creo que vaya a llegar. –
–Yo sé que va a llegar, ella nunca se perdería una sesión de realidad virtual y menos en viernes. – Respondió Niko con seguridad de conocer a su hermana.
–Espero tengas razón y no se retrase más.
                Desde que llego la realidad virtual a Rusia,  Anca nunca faltaba a una sesión de viernes, pero eso día olvidó su crédito en casa y por lo tanto, no podía comprar los mangos picantes que, como casi un ritual, comía antes de entrar a cada sesión. Debía de hacer una escala en la tienda y hace lo que para ella no era un problema.
– ¿Cuántos cuestan los mangos? – preguntó Anca para  confundir al cajero y  así hacerle creer que lo que nunca robaría, serían esos mangos.
– 4 puntos.
Anca avanzó un poco por el pasillo y preguntó. – ¿Y… Cuánto cuestan las Jols?
– 6 puntos.
                –Gracias.
Ahora sólo hacía falta la participación de un tercero; otro cliente, la distracción para ejecutar el acto o sí la cosas salen mal, usarlo de respaldo. Se consideraba buena la técnica de Anca, era muy utilizada por esos rumbos, pero había algo que siempre se le hizo difícil, la espera. El esperar a un tercero siempre complicaba la situación, provocándole la liberación de adrenalina, y eso le desencadenaba la usual sensación de paranoia y el bailoteo involuntario. Después de unos cinco minutos muy largos, y de varias vueltas al estante, la entrada del otro cliente, no fue lo que ella esperaba. La pistola era enorme, y entonces, se dio cuenta de que esa noche ella sería el tercero de alguien más.
                                                                       ****
                –Por el robo a mano armada a la tienda de autoservicio de la calle Mokhovaya, efectuado el día de hoy, viernes 31 de Marzo del año 2099, a las 14 horas con 20 minutos. –La mujer hizo una pausa.
Anca sabía que una vez con sentencia, no existe la vuelta atrás, no existe la fianza, no existe el perdón, lo único que existe es ese cuarto pequeño con bocinas flotantes.
                –Estarás bajo observación a todas horas. Todos los días a las 20 horas se transmitirán grabaciones de reconstrucción de subconsciente. Tendrás derecho a 3 comidas al día y a realizar tus necesidades físicas y fisiológicas una vez al día. Fin de la transmisión.

Las bocinas dejaron de sonar y el silencio duró 15 años.

Buen íncipit

Buen íncipit

Jueves. Noche. Hay tiempo.

            Word. Documento nuevo. Comienzo.

“A contrario de lo que pensaba, pude entrar trabajo al día siguiente de que me suicidé.”

Buen íncipit, creo. ¿Y cómo se suicidó? No importa. Café. Muy Dulce. ¿Dónde está? ¿Es importante eso?

“Me doy cuenta de que aquí todo es distinto. Puedo sentir una atmosfera pesada, ¿seguiré en la tierra?”

Dos de la mañana Atmosfera pesada, lúgubre y fría. No, no es buen íncipit, pero es buen lugar. Café. Mosquitos. Concentración. Calor. Mejor que la idea llegue. ¿Qué más?

“No siento felicidad, nadie la tiene.”

Borro.

No sonrío. Nadie lo hace.

Tampoco. Me recargo. No soy bueno, no tengo talento. Autocrítica. Sólo es una historia, la que sea. Justificación. Borro. Todo.

“Me arrepentí de suicidarme al día siguiente.”

Un mejor íncipit. Satisfacción. Café.

“Creo que estoy atorado aquí, ¿pero por cuánto tiempo?”

Se encuentra en un mundo donde todos están muertos por suicidio. Plagio. Asco. Nada creativo. Lo sé, qué chinga. Dos y media. Otro tema, ¿cómo qué? Una más casual. Mosquitos. Hambre. Desvelo Lo odio, ¿afectará?  Me levanto. Bajo. Cocina. La historia más casual.  Refri. Microondas. La más casual. Segunda cena. Subo. Me siento. La más casual. Veinte minutos.  Algo como... Ya no hay comida. Más café. De unos niños que… Asco.  De unos amigos que…. Mierda. De un simio que… ¡No puede ser!

Olvido todo. Me concentro. Íncipit.

“La vida da muchas vueltas.”

Lugar común.        

“La vida de dos vueltas.”

Río.

“La vida da tres vueltas”

Tres de la mañana. No sé escribir. Cansancio. Cama. Quizás mañana. Sueño.

 

Viernes. Noche. Poco tiempo.

            Word. Documento nuevo. Comienzo.

            “Fue ese día cuando por fin logré mi acometido, ella estaba satisfecha y yo me sentía más destruido que nunca.  -Esas maderas fueron difíciles de colocar.- Le dije al oído para sonar más interesante.”

            ¿Maderas?  Río. Mal íncipit. Asco. ¿Y la historia? Mierda. Como siempre. No puede ser. PlayStation. Seis horas. Cansancio. Cama. Sueño.

 

Sábado. Medio día. Sin tiempo.

            Word. Documento nuevo. Comienzo.

            Treinta minutos. Nada. No sé escribir.

“Jueves. Noche. Hay tiempo.”

 

Buen íncipit.

 

Una vida y 15 minutos


 "La energía no se genera ni destruye 
sólo lo se transforma."
Cincuenta y cinco años de existencia y por fin podré llamar a esto: vida. "No es vida si no hay muerte" dicen por ahí. Definitivamente esto es algo que no vi venir, bueno, morir ahogado está peor, pero aún así es injusto, morir en un McDonald’s al resbalar por un charco de refresco, que seguramente tiró  algún estudiante estúpido, es absurdo. Eran tantas mis ganas de ir al baño. Espero que una ambulancia llegue pronto, aun quiero vivir mínimo cinco años más, pero, esto que siento en mi cabeza, hmmm... Más bien ya valí verga. Creo que ya me están levantando y qué rico se siente, esto es increíble, de seguro voy camino al hospital, nunca me había a un ambulancia, están hermosas. ¿Y esa música?
 - Disculpa, ¿sabes de quién es esa música?
Creo no me quiere contestar, que mal educado son hoy en día los pingüinos. ¿Pingüinos? En qué estoy pensando, un pingüino sí me contestaría.
-¿Por qué te confundí con un pasamanos? ¿Qué me hiciste?
- Grrrrrrrrrrrrr.
-Disculpa, no te entiendo nada, podrías apagar ese sonido, no es que me moleste, pero es muy repetitivo, ¿no lo crees?... Bueno, no importa, me sentaré un momento, es incomodo el estar acostado después de haberme golpeado la cabeza.
Sabía que no podía confiar en un poliedro, no sé ni por qué insistí. ¿Qué estoy sintiendo? Creo que estoy de cabeza, pero mis pies están arriba, o sea abajo, creo soy... ¿Qué soy?... ¿Y mi cuerpo? Era un ser, pero ¿qué es un ser? Al menos estoy sintiendo movimiento, pero es un movimiento diferente, no es mío, creo que responde a ese sonido repetitivo, cada vez que cambia su patrón, cambia todo lo que veo y altera a ese movimiento, todo está conectado. Pero eso que veo no es a través de mis ojos, sólo siento, todo es luz, yo soy luz.

Te extrañé

Querido lector.

Me he preguntado que ha sido de ti. Ha pasado tanto tiempo que no me buscas y me sigue consternando. ¿Qué fue lo que te hice? De vez en cuando imagino lo que pudimos haber construido. Pudiste haber vestido de alguno de mis personajes, pudiste haber creado un club de fans, con gusto hubiera ido a firmar libros. Quizás mi error fue haber esperado mucho de ti, o quizás tú esperaste mucho de mí. No soy malo, sé muy bien que no escribo mal, pero siempre hace falta lo mismo: tú.

He estado muy solo y con muchas ideas rondando en mi cabeza. Me puse a escribir como nunca; quizás era la cantidad y no la calidad. Así que escribí cientos de cuentos mediocres, docenas de historias largas y aburridas en donde a veces sólo esperaba que aparecieras, pero no lo hiciste.

Aun no sé qué es lo que te gusta leer y ya muero de ganas por conocerte. Nunca te he visto pero quiero sentirte. No sé si eres de los que se esperan horas para averiguar el misterio o si eres de los que con dos páginas están satisfechos. Salí varias veces a la calle a leerte en voz alta, quería encontrarte a toda costa, pero nunca apareciste.

Intenté de todo. Recorrí la ciencia ficción pura y luego la adorné con fantasía. Aunque mi acción no fue buena, con mi suspenso se enriquecía. Experimenté con lo onírico y lo bizarro y nada. Compréndeme: lo único que quería era llamar tu atención.

 Secuestre a un niño hace seis semanas y lo tengo guardado. Le llevo de comer cuando me acuerdo y a veces le lleno la cubeta con agua. Los primeros días fueron difíciles para mí, y supongo que para él también pues sus gritos y llantos cesaban sólo para dormir. 

A la semana comencé a verle por más tiempo, siempre a la misma hora, esperando cualquiera roce de inspiración para emprender la escritura. Llevaba conmigo papel y lápiz para observar su respuesta, quería encontrarte en el pequeño, anhelaba verte en sus ojos, sentirte en sus lágrimas. Cada día la situación se complicaba, salir a la calle me generaba paranoia. La idea de ser descubierto acechaba en cualquier momento, sin embargo, siempre temí que la inspiración no llegaría. Llegué a dudar de este género, pero como podrás ver, fue él quien te trajo de vuelta.

Quería que nos conociéramos de otra forma, haber pasado por la poesía en prosa que tanto me gusta, te hubiera acompañado codo a codo por una escena romántica de tres enamorados que viajan por el mundo. Atraparte con una comedia y engañarte con un melodrama. Pasearte por mundos increíbles que creé para para ti. Hubieras conocido mi creatividad y mi ingenio para atrapar a cualquiera. Al final preferiste el policiaco, ¿por qué me orillaste a esto?  El pobre niño se está muriendo y es también tú culpa.

Puedo sentir cómo te preguntas si todo esto es verdad ¿existe un tipo así? Esto debe ser sólo un cuento perdido. ¿Por qué estaría publicado algo así?  Siento tu extrañeza mientras tus ojos recorren estas líneas y aunque seguro me llegues a odiar, no me arrepiento. Porque pude sentirte de nuevo, pude atraparte entre mis ideas. Recuerda que siempre es mejor escribir de lo que uno conoce.

Y anunciando un lugar común, te aviso que cuando termines de leer esto, yo no estaré cerca para ver el desenlace de nuestra historia. Me mantuve alejado por tu ausencia que ahora me es fácil permanecer así.  Tú decidiste que así fuera y ahora eres en mi cómplice. Eres tú el único que sabe del niño y el jefe de la policía, su padre, no detendrá la alerta AMBER.

Te extrañé, mi lector favorito.

 

Los machetes




Esto fue hace más de diez años. Comenzó cuando decidimos ir a explorar por el monte y esta vez nos acompañó Payaso, ¿lo recuerdas?, el perro ese que venía incluido con la renta de la casa… Bueno, esa vez vino con nosotros para resguardarnos de cualquier peligro, según nosotros, qué podías esperar, en ese entonces éramos dos niños de once años y uno de trece. Recuerdo que caminamos durante treinta minutos a través de miles de sembradíos, a pies descalzos y con palos en las manos para apartar la hierba larga y para defendernos de cualquier criatura que habitase por esas tierras.
– ¿Ven esa reja? – Nos preguntó Fredo con un tono muy emocionado. El es el más grande de los tres y por lo tanto, “el jefe”.
Ya estábamos lejos de la guarida, y al estar tan lejos de ella, nos daba una sensación de grandes exploradores con poderes ilimitados.
– ¿Serán tan valientes para cruzarla?
– Creo que deberíamos de entrar por esa parte de la reja que no es tan alta– dije aceptando el reto mientras señalaba con mi palo.
Del otro lado, la vegetación parecía diferente, la cerca estaba forrada de plantas y  había árboles que asomaban sus hojas gigantes y frondosas. Al saltar la reja, tuvimos que levantarla un poco por debajo para que Payaso pudiese pasar. Al estar todos dentro comenzó el reconocimiento de terreno; todo era verde, pantanoso y desconocido. Payaso comenzó la exploración con la nariz pegada al piso y avanzando rápidamente por todo esa hierva que lo tapaban por completo. Mis pies podían sentir el agua que exprimían a cada paso, lo cual provocaba un dolor constante y muy intenso que avanzaba por todas las cortadas hechas por el camino. Podía percibir una humedad muy extraña y penetrante en el ambiente, algo no muy común por esos terrenos.
–Está todo mojado – dijo Lila al mismo tiempo que bajaba por una colina pequeña que llegaba a lo que parecía un pantano. –Huele muy feo y además me arden los pies, el camino estuvo muy “rasposo”.
Ella era la de en medio, y la de mejor oído, creo que eso se debía a que era medio ciega, bueno ya sabes, lo normal; miopía, astigmatismo, y daltonismo. Creíamos que eso le había hecho desarrollar un oído increíble, algo que siempre consideremos su súper poder.
– ¡Ya no te quejes Lila, pareces una niña! –  Fredo le contestó.
Bajé hasta donde estaba ella y comencé en seguida un nuevo juego; a ver quién lograba salpicar más agua al aventar dentro del estanque una piedra. En seguida el juego se transformó en una competencia más, y como siempre ocurría en las competencias, Fredo tenía que ganar.
            –Tienen que aceptar que soy el mejor.
            –No es cierto, la de Pit salpicó más.- contestó Lila.
            –Pero  Fredo es el mejor – tuve que darle la razón para no terminar dentro del estanque.
Lila  y Fredo tenían la intención de seguir explorando y yo, como siempre ya quería regresar a la guarida, la sensación de miedo se apoderaba de mí a cada segundo, no era un miedo racional sino instintivo, además quería lavarme los pies y también conseguir un poco de comida, aunque lleváramos unos meses practicando el ayuno involuntario, a veces el hambre hacía que olvidara cualquier aventura,
            – ¿Escucharon eso? Creo que es Payaso… ¡¿Payaso?!
            No comprendía a Lila, pero al ver su cara me convertí en miedo, – ¿Qué escuchaste? – le pregunte mientras adoptaba  la posición de huída y alistaba mi palo por si se trataba de una criatura.
            –Payaso está gruñendo, ¡CORRAN!
Al escuchar el grito de Lila mi reacción fue instantánea, y el pensamiento de propiedad privada me decía que teníamos que salir de ahí lo antes posible.  Los tres sabíamos que no se trataba de un animal, Payaso no gruñía a animales simplemente los devoraba.
Corrí hasta llegar a la reja, sabía que los demás venían tras de mí, al voltear la cabeza para conocer su ubicación quedé paralizado, ahora el miedo no era el único dueño de mí, sino también la adrenalina y las ganas de seguir vivo.
–¡Son dos y traen machetes! – grite con todas mis fuerzas.
En ese momento lo único que pasaba por mi mente era la imagen de los machetes cortando mi cuello y acabando con nuestras vidas, sentí como la sangre que circulaba en cada vena se convertía en un líquido helado. Cuando vi que los demás estaban subiendo la colina sabía que no era tiempo para morir, salté la reja lo más rápido que pude, éramos cuatro al llegar y teníamos que regresar los cuatro, esa era nuestra regla. Levante la reja y comencé a hacerle señas a Payaso de que pasara por ahí, Lila ya estaba fuera y Fredo no tardo en caer del cielo.
– ¡Antes de saltar vi como nos estaban persiguiendo! –dijo Cardo con una voz muy alterada al mismo tiempo que nos hacía señas de que debíamos seguir corriendo.
– Pero ¿por qué? No hemos robado nada –
Sabía que los siguientes minutos definirían mi existencia, la carrera había comenzado y el destino era la guarida. Las voces de los machetes se escuchaban muy cerca, cada zancada que daba se traducía a imágenes de muerte y  pensamientos como “me alcanzarán y me degollarán”. La adrenalina permitía olvidar el dolor de las cortadas pero no permitía olvidar el hecho de que mis piernas eran muy cortas, siempre odié ser el más pequeño. Aunque existía la regla de que todos debíamos regresar, sí ya estaba muerto, técnicamente todos regresarían.
Cada vez que volteaba  para medir distancia con esos machetes, mi miedo aumentaba. Debía dar todo o si no moriría, sacar la fuerza que se encontraba escondida dentro de mí, “Goku lo hacía todo el tiempo” era lo que siempre pensaba. Comencé a concentrarme en mis piernas y no volví a voltear.
El tiempo dejó de existir, no sabía cuánto habíamos corrido y tampoco sabía si estaba cansado o era capaz de correr todo el día. Ya no escuchaba más a esos machetes, pero aún tenía miedo que estuviesen pisando mis talones, que tal sí también conocían la  existencia de la fuerza interior y estaban tan concentrados como yo, a fin de cuentas Dragon Ball pasaba en el canal cinco desde hace años.

Al ver que los cuatro seguíamos vivos y que a lo lejos se alcanzaba a ver la bandera que indicaba la posición de la guarida, la esperanza llego de nuevo. Seguimos corriendo y pronto ya estábamos dentro de nuestra salvación, dentro de nuestro pequeño bunker, en el cual había que permanecer agachados y con la cabeza en las rodillas para estar cómodo.    El tiempo comenzó a existir de nuevo,  mi respiración se relajaba, las cortadas volvían a existir y el cuerpo entero me punzaba. Estuvimos todo el día con miedo de salir y encontrarnos con nuestra muerte, ni el hambre que sentíamos nos haría salir de ahí.
            Al llegar la noche Payaso salió y nosotros lo seguimos, fue como volver a nacer.